Día 551, miércoles
Pudo apartar un poco la vista del trapo sucio que le vendaba los ojos para ver que se habían alejado de la carretera y que bordeaban una trocha junto a un acantilado. Ya habían pasado varias horas de viaje y Takeshi estaba intrigado. El tipo fornido y vestido de negro se percató que estaba fisgoneando, por lo que le quitó la venda y le cubrió la cabeza con una suerte de pasamontañas. No lo golpeó, pero fue bastante tosco al hacerlo y Takeshi notó que le había partido el labio. Los demás pasajeros permanecieron inmóviles. Muchos se quedaron dormidos. Un par de horas después, los obligaron a bajar y a caminar un rato en círculos, para luego depositarlos otra vez en el camión. El resto del viaje, Takeshi se preguntó por su trabajo en la Contra, la forma cómo reaccionarían al darse cuenta de que simplemente no iba a regresar. Seguro ningún medio volvería a contratarlo. Sin embargo, no estaba arrepentido. Ser inútil para algo no significa nada, pensó. Acto seguido, Takeshi quiso pensar en alguien a quien su desaparición le afectara de sobremanera. Pensó en su jefe, el editor de la Contra, pensó en su familia, pensó en algunos amigos que en realidad no eran sus amigos, como el editor de internacionales, pensó en el editorialista dejándose culear por el director del diario. Hasta pensó en Valeria. Y convino que absolutamente nadie lo iba a extrañar en lo absoluto. Se dio cuenta entonces de que todo este tiempo simplemente había sido parte del engranaje encargado de hacer que el sistema funcione. Por eso, en caso de no poder hacer bien su trabajo, en caso de no poder serle útil al diario, simplemente no servía para nada. Súbitamente la camioneta se detuvo y una voz les indicó que ya podían sacarse las vendas de los ojos. Habían llegado.
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